
Náutica Elcano es una empresa familiar fundada en 1965 por Martí Puig. Desde el puerto de Pollença llevan décadas trabajando primero en la construcción y ahora en la custodia de embarcaciones, además de tener una tienda de accesorios. Entrevistamos a su fundador, Martí Puig, quien nos asegura que ha logrado conquistar todos los retos que se había marcado.
Este año ha recibido el galardón AENB a la "empresa con la trayectoria más destacada" ¿que representa esta distinción para usted?
Por mi parte representa un orgullo, una distinción que no me esperaba y me siento agradecido.
Háblenos de la historia de su empresa ¿cuando y cómo comenzaron? ¿Les viene de familia el gusto por la náutica?
Es difícil y largo de resumir porque son muchos años en la profesión, yo empecé a trabajar a los 14 años, como muchos de mi generación que no pudimos estudiar, en un taller de herrería de Pollença. Luego a través de un vecino me ofrecieron trabajar en Náutica en el Puerto, y así empezó todo.
Yo era muy joven y me desplazaba a trabajar al Puerto en bicicleta, empecé en los Astilleros Cabanellas, con el abuelo de los actuales dueños, allí estuve algún tiempo. Pero después me ofrecieron trabajar en Myabca, y acepte porque tenía muchas ansias de prosperar e ir a más. El propietario de Myabca en aquella época era el Sr. Woodward, un americano que había venido a establecerse y hacer barcos en el Puerto de Pollença.
Allí se me abrió el mundo en todos los sentidos, en la manera de trabajar, nos daban planos de todas las piezas y herrajes que teníamos que fabricar, todo tenía que estar probado y perfecto, también los materiales que trabajábamos eran diferentes, imposibles de encontrar en España en aquella época, los primeros trabajos y soldaduras en aceros inox y argón, etc... Era otra manera de trabajar, pero entonces todo era nuevo para mí. Se trabajaba todo artesanalmente tanto los maestros de Ribera, ebanistas, como nosotros que hacíamos los herrajes, jarcias, casi todo lo hacíamos nosotros mismos, incluso fundir las orzas, aquello era una aventura.
Trabajamos con los planos de los ingenieros y diseñadores más importantes de la época, hicimos barcos, veleros de madera que casi todos cruzaron el Atlántico, incluso dieron la vuelta al mundo y también algunos ganaron regatas importantes.El sr. Woodward pese a mi juventud siempre me dio mucha confianza y responsabilidad y para mi fue una gran escuela, y aún hoy conservo su amistad.
Pero todo cambia y este señor decidió vender los Astilleros, entonces se empezaba con los moldes y los primeros barcos de fibra de vidrio y yo sentí que también era el momento de cambiar. Esto era el año 1965, me casé y empecé mi propio negocio en un pequeño taller cerca del Puerto y el varadero, y hasta ahora, que la empresa la llevan mis hijos, yerno y nuera, porque aunque tengamos ocho o nueve empleados seguimos siendo una empresa familiar.